RIBERA DEL ASON
Con el asesoramiento de la enóloga Ana Martín y atendiendo a la composición de la tierra, a su orientación y al ecoclima local, la decisión final fue un gran acierto, pues la elección de dos variedades foráneas capaces de producir caldos de calidad y muy aptas para las características de este terreno, dio como resultado un vino de año o “poca espera” de excelente calidad. Caracterizado por su equilibrada combinación de Albariño,Chardonnay y un poquito de Gewürztraminer, nuestro vino es una apuesta por la calidad y por su futuro, pues elaborado y mezclado en determinadas condiciones permitirá ofrecer a medio plazo caldos de mayor longevidad.
UN MICROCLIMA UNICO EN CANTABRIA:
La complejidad ecoclimática de la cornisa cantábrica se debe a la combinación de una orografía compleja dotada de innumerables valles orientados de manera caprichosa y de una variedad de microclimas afectados por la proximidad del mar. Bodegas Vidular se encuentra ubicada a 250 m. sobre el nivel del mar, en un idílico valle de la comarca de Voto desde el que se domina el serpenteo que el río Asón deja a su paso en su camino hacia el mar. Sus laderas de cultivo, muy bien protegidas, se hallan orientadas al Sureste favoreciendo un ciclo vegetativo muy adecuado al ecoclima local, proporcionando condiciones inmejorables para alcanzar una óptima maduración de la vid.
Con una temperatura media anual entorno a los 13º y una pluviosidad de 1100 a 1300 mm, la elección de los varietales fue clave en el éxito de nuestro vino.
UN POCO DE HISTORIA:
La vid en Cantabria..
Aunque fueron los Iberos, asentados en la costa mediterránea quienes, ya en el 2.000 a.n.e. cultivaban la vid en la península ibérica, no fue hasta la llegada de los romanos a Cantabria sobre el siglo I d c. cuando se introdujo su cultivo en nuestra Comunidad. Durante estos dos milenios, primero los Visigodos y después la Iglesia fueron desarrollando y apoyando mediante leyes el cultivo de la vid hasta el final de la Edad Media. Ya en la Edad Moderna el cultivo del viñedo cobró fuerza en toda Cantabria; produciéndose grandes cosechas que eran consumidas en los núcleos urbanos de la península o embarcadas en los puertos cántabros con destino a su exportación. El declive llegó en el s. XIX con la demanda de más terreno para pastos y la entrada de las plagas oidio y mildiu que, junto a la filoxera, ya en el s. XX, acabaron prácticamente con la tradición vitivinícola de Cantabria. Tradición que hoy, gracias a unos pocos emprendedores y al apoyo institucional, lentamente se está recuperando.